La hipertrofia benigna de próstata es una enfermedad típica de la edad avanzada en el varón ligada a un engrosamiento circunscrito difuso de la próstata que induce una sintomatología característica y recibe la denominación de "benigna" ya que no es una enfermedad cancerígena.
Los exámenes anatomopatológicos muy cuidadosos han demostrado de manera segura el continuo cambio de la estructura prostática en relación con la edad.
Junto a la normal composición conectiva y glandular, ya el niño se nota la aparición de agregados neoformados del todo similares al tejido normal prostático, pero privados de fibras elásticas, que con el paso de la edad van aumentando de tamaño , confluyendo y sustituyendo progresivamente al tejido normal cuyos restos son desplazados a la periferia. Es un proceso, éste descrito, de orden fisiológico que explica el aumento del volumen en el cual irremisiblemente se ven involucrados las pròstatas con la edad.
En la vejez. este proceso, condicionado probablemente por la presencia de hormonas estrógenas, transcurre con mayor intensidad y da lugar a próstatas agrandadas, causa de la enfermedad. En su aumento de volumen, la próstata está constreñida y se expande preferentemente en correspondencia a la vejiga; tan es así, que forma una tumefacción que sobresale en la vejiga misma determinando un bajo fondo; altera además la uretra prostática, la cual está alargada, dilatada y sobre todo aplanada lateralmente ocasionándose también graves trastornos en el flujo urinario.
Este obstáculo a la micción viene compensado inicialmente por una hipertrofia de la musculatura vesical, pero poco a poco, a medida que aumenta el tamaño de la vejiga, esta cede y aumenta su capacidad. En un primer tiempo,, durante la micción, se vacía completamente, pero, proporcionalmente el crecimiento del obstáculo, una parte de la orina queda retenida. Este residuo vesical, que al principio se limita a unos pocos centímetros cúbicos, puede llegar a alcanzar incluso los dos litros y más. Se llega así al punto de que la vejiga está tan distendida que no puede llegar a contraerse; existe entonces emisión de orina por la regurgitación a los uréteres. Se ha establecido un estado de "falsa icontinencia", que no sólo tiene consecuencias para la función renal. sino también para el funcionamiento de todo del organismo en general.
Hacia los sesenta o setenta años, el prostático nota que el chorro de orina se hace cadente, la micción se inicia con dificultad después de esfuerzos y tentativas (disuria), y es frecuente (polaquiuria) sobre todo en la noche. El estímulo es vivaz y obliga al paciente a conocer todos aquellos lugares donde puede orinar durante la vida habitual que desarrolle.
En un período más avanzado la polaquiuria se hace todavía más notable, acompañándose de una permanente sensación de peso y de molestia hipogástrica. El enfermo tiene sed intensa, bebiendo grandes cantidades a pesar de que en todo momento trata de limitarlas. La sed intensa es el primer síntoma de intoxicación urinaria y se acompaña siempre de pérdida del apetito .
El tercer período se caracteriza por el goteo continuo de orina, con la imposibilidad de regular la micción. A la palpación se pone de manifiesto la tumefacción hipogástrica por la vejiga distendida. Los síntomas de la insuficiencia urinaria (presión arterial elevada, hiperazohemia) son manifiestos.
Para el diagnóstico de la hipertrofia benigna de la próstata se pueden realizan diferentes exámenes y procedimientos tales como el tacto rectal, cistoscopia, medición del antígeno prostático específico (PSA), tasa del flujo urinario. exámenes de orina para detectar presencia de sangre y/o infección urinaria, también el médico puede pedir la realización de exámenes para estudiar el flujo de presión para medir la presión en la vejiga mientras se orina.
En un momento cualquiera de su curso, la enfermedad puede evolucionar con complicaciones como la retención aguda de orina, infecciones urinarias, cálculos, lesión renal, incapacidad repentina para orinar y hematuria. La exploración rectal es de gran ayuda para apreciar el carácter de la próstata aumentada de volumen y para el eventual diagnóstico diferencial con un epitelioma prostático. El cateterismo con sondas del número 20 ó 22 es soempre fácil: permite diferenciar la hipertrofia prostática de una estrechez uretral intrínseca.
Puede ser médico (masaje prostático, cateterismos repetidos, testosterona, sales de magnesio), sobre todo en las primeras fases. Pero cuando las condiciones generales del paciente lo permiten y la función renal no está comprometida será oportuno intervenir quirúrgicamente (electrorresección por vía endoscópica, extirpación por vía transvesical). Después de la prostatectomía el enfermo vuelve a recuperar sus condiciones generales y readquiere las funciones normales de excreción urinaria. Generalmente, la intervención soluciona la hipertrofia, pero a veces se producen daños en la inervación del pene y pérdida de potencia.