La rosácea es una enfermedad cutánea que afecta la nariz, las mejillas y el mentón, y se caracteriza por manchas rojas, pústulas e hinchazón de los capilares de la zona afectada. Los desórdenes en la alimentación, el abuso del alcohol y condimentos, la prolongada exposición al aire libre y a la intemperie, al calor artificial, etc., son factores que pueden facilitar la rosácea.
Al principio aparece un enrojecimiento que se repite después periódicamente, dura muchos meses e incluso años. A la larga el enrojecimiento deja de ser intermitente y se estabiliza, intensificándose y tendiendo al tono violáceo; se produce una dilatación serpiginosa de los vasos sanguíneos, las glándulas sebáceas se atrofian, la piel se endurece y engrosa, sobre todo en la nariz, que deviene gruesa y granulosa. dando lugar en algunos casos a una deformación llamada rosásea hipertrófica o rinofima.
La gente por lo general relaciona la nariz roja con el consumo excesivo de bebidas alcoholicas, pero esto sólo es cierto en parte. Efectivamente, en muchos grandes bebedores aparece el acné rosácea, y no sólo la nariz y las mejillas, sino también las mucosas de los labios y las conjumtivas oculares adquieren un tinte violáceo. La rosácea, sin embargo, puede afectar también a personas que bebén moderadamente, o que incluso son abstemias.
Minuciosas investigaciones llevadas a cabo por dermatólogos han revelado en personas aquejadas de rosácea una especial debilidad y fragilidad, más o menos larvadas, de los vasos capilares, en el rostro y las otras zonas cutáneas, lo que estaría también confirmado por la coexistencia en los enfermos de rosácea de otras dermatosis afines, como la cianosis (color violáceo) y los sabañones en las extremidades.
El mayor desarrollo en el rostro de la red de capilares sanguíneos y la continua expoición de esta zona del cuerpo a estímulos físicos, como viento, sol y frío, explican que la rosácea se localice en la nariz y pómulos.
De curación difícil, la enfermedad tiene una evolución muy larga. Persiste durante años, respondiendo poco o nada a los tratamientos locales.
En los casos graves es preciso recurrir a los rayos ultravioleta y a la diatermia, método que consiste en la aplicación de una corriente eléctrica de alta frecuencia en los tejidos afectados, con el propósito de aumentar su temperatura. En los casos leves, bastará un tratamiento de antibióticos.